El Colapso de la economía mexicana
Javier Orozco Alvarado
Hoy la economía mexicana se encuentra en uno de sus peores momentos desde que asumió Enrique Peña Nieto la presidencia de la república; en primer lugar, porque el peso está tocando el piso de los 20 pesos por dólar; en segundo lugar, porque la deuda pública como porcentaje del PIB se ha disparado a más del 48%; en tercer lugar, porque el crecimiento de la economía se mantiene en sus niveles más bajos, comparado con los dos últimos sexenios y porque la elevación de los impuestos está provocando serios estragos en el consumo interno.
En pocas palabras, la economía mexicana está en crisis; pero no sólo en crisis económica, sino también en crisis política, ética y moral. Priva en el país la corrupción, la represión, la inseguridad, la impunidad, la ineptitud, la pobreza y la ignorancia. Y todo esto tiene que ver con el aferramiento a un modelo de desarrollo neo porfiriano, que lo único que ha demostrado es que es inoperante, excluyente, empobrecedor e inequitativo.
Pero ni el gobierno actual ni los que le antecedieron han querido entender que el modelo económico que se ha instrumentado en México durante los últimos treinta años está siendo seriamente cuestionado en otras partes del mundo; a tal grado que ha sido abandonado por otros países. Simplemente, la salida de Inglaterra de la Unión Económica y Monetaria Europea, da muestra de que ni el libre comercio ni los acuerdos comerciales son la solución a los problemas del crecimiento económico, al desempleo, a la exclusión social y a la pobreza.
Por eso Donald Trump vino a decirnos en nuestras propias narices que, de llegar a la presidencia, cancelará el Tratado de Libre Comercio (TLC) con México, porque ha generado la salida de muchas empresas, desempleo y pobreza entre los norteamericanos.
Lo mismo ha dicho Hilary Clinton, respecto a la necesidad de revisar el TLC, pues a nuestro entender la libertad de comercio ha traído consigo no sólo el libre tránsito de estupefacientes, armamento e indocumentados, sino también, el libertinaje financiero, la especulación cambiaria y la usura global.
En realidad, el TLC con América del Norte, convirtió a México en un importador neto de mercancías, pues desde su entrada en vigor nuestro país ha mantenido un continuo déficit comercial con prácticamente todo el mundo.
De hecho, el principal componente de las importaciones de México tiene que ver con la operación de las empresas exportadoras norteamericanas instaladas en nuestro país, como son combustibles, minerales, manufacturas de fundición de hierro y acero, plásticos, manufacturas, etc.,etc.; lo cual sirve para exportar maquinaria y material eléctrico, vehículos y sus partes, aparatos mecánicos, calderas y partes y componentes.
Por eso, efectivamente, como lo anuncia Donald Trump, es muy necesario revisar el TLC para buscar como reorientar nuestra economía hacia otros países que consuman lo que produce nuestra maltrecha y menguada industria nacional. Sobre todo porque la relación económica y comercial con los Estados Unidos lo único que nos ha traído son salarios miserables, aumento del narcotráfico, dependencia alimentaria y deterioro de los términos de intercambio.
Pues es un hecho que la debilidad del peso frente al dólar está significando un extraordinario aumento del poder adquisitivo para los norteamericanos, quienes pueden consumir el doble de productos mexicanos con un dólar o venir a turistear a nuestro país con la mitad de recursos; mientras que a los mexicanos nos cuestan el doble los bienes y los alimentos que importamos, se nos ha vuelto restrictivo salir fuera del país y el miserable salario mínimo de 2 mil 100 pesos por mes (equivalente a 0.50 centavos de dólar por hora) nos está matando de hambre.
Por todo eso, es la peor aberración que el presidente Enrique Peña Nieto siga rogando a los norteamericanos, en particular a Trump, que considera la permanencia y la importancia del TLC para ambos países.
Lo que necesita México es cambiar de modelo de desarrollo, dejar que se vayan las empresas norteamericanas, reorientar nuestro comercio hacia otras regiones del mundo y sacar del gobierno a los corruptos. En pocas palabras, elegir un nuevo gobierno, honesto y democrático e impulsar un modelo de desarrollo económico más nacionalista; o si usted quiere, uno que sea por lo menos un tanto populista.