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HISTORIA Y EXPERIENCIA INSTITUCIONAL

 
 
Javier Orozco Alvarado
E-Mail: orozcoalvaradoj@yahoo.com.mx
Doctor en Economía Internacional y Desarrollo Económico.
Ex Rector del CUCOSTA. Vice-presidente de Estudios para el
Desarrollo de la Costa Norte de la Fundación  Colosio, Jalisco.
 
 
Hace unos días el Partido Revolucionario Institucional  (PRI) celebró el LXXXV aniversario de su fundación, lo que convierte a este partido en uno de los más antiguos del México moderno y, por lo tanto, una de las instituciones políticas de mayor experiencia del país. Tal ha sido su experiencia, que gobernó el país durante más de setenta años consecutivos y, después de doce años de haber estado fuera del gobierno federal, nuevamente está dirigiendo los destinos de la nación.
 
La realidad política que estamos viviendo actualmente los mexicanos, es producto de la democracia, la alternancia y el pluripartidismo partidista que caracterizan hoy al sistema político de  nuestro país; es decir, que ahora los mexicanos tenemos mayores posibilidades de evaluar el desempeño de los gobiernos en turno y decidir si queremos que nos sigan gobernando unos o si queremos que nos gobiernen otros.
 
La realidad es que, mientras el PRI fue capaz de gobernar el país por más de setenta años, el Partido Acción Nacional  (PAN) sólo tuvo el privilegio de gobernar a  México dos sexenios a nivel federal. La decisión fue tomada por la mayoría de los mexicanos, quienes decidieron que fuera el PRI quien volviera a dirigir los destinos de la nación.
 
Muy pronto la moneda estará nuevamente en el aíre, pues en 2015 habrá elecciones intermedias y se tendrán que renovar en nuestro estado las administraciones municipales y las diputaciones locales y federales. Puerto Vallarta, al igual que otros municipios en manos de otros partidos ajenos al PRI, estarán bajo el escrutinio de los ciudadanos y de sus propios militantes. Algunos estarán de acuerdo que se ha hecho un buen o un mal papel, independientemente del partido en el gobierno; pero quienes jugarán un papel importante en la balanza serán las propia dirigencias de los partidos.
 
Y es que, está demostrado que, en la medida en que los partidos se alejan de su militancia, de sus sectores y de sus electores, el riesgo de perder una elección siempre estará latente. Esto fue lo que sucedió con la derrota del Revolucionario Institucional en la elección del 2000; porque fue alejándose de sus principios, de sus compromisos y de muchos de sus sectores, como los jóvenes, las mujeres, los gremios, los empresarios y de sus organismos corporativos.  Algo similar sucedió con Acción Nacional, razón por la cual, sólo tuvo el privilegio de gobernar el país durante dos sexenios.
 
En política hay que extender que los excesos, los privilegios, la impunidad, la exclusión y los favoritismos, son los principales ingredientes para perder una elección.  Cualquier organización o cualquiera que se precie de dirigirla, debe tener en cuenta que la experiencia política de los liderazgos cuenta mucho, pero también cuenta tener mínimos de formación educativa.  Digo esto porque en los campos de la ciencia existen teorías elementales sobre la administración de remuneraciones o la gestión de conflictos, que mucho podrían ayudar a quienes se dedican a la política.  Y me refiero también a esto porque, independientemente de que las organizaciones sean privadas, públicas o sociales, se requiere un mínimo de ética para privilegiar la incorporación de gente con talento, con formación profesional, con experiencia, con compromiso, con sensibilidad, y no sólo a los cuates de parranda, las novias, los hermanos, los cuñados, los sobrinos; en fin, toda la parentela que, sin duda, necesita trabajar, pero que viene a perjudicar el buen funcionamiento de cualquier organización.
 
Por eso, los partidos y sus dirigencias deben estar más atentos a la forma en que van a estructurar sus proyectos, a quiénes van a incorporar y qué estrategias van a instrumentar.  La nueva cultura política de muchos de los ciudadanos de nuestro país es ahora de una mayor conciencia; si hay buenos resultados los gobiernos contarán con la simpatía de sus electores; si  los resultados no son los esperados, ahora existe la posibilidad del cambio.
 
Por eso los partidos y los gobiernos están obligados a profesionalizar sus cuadros, a depurar aquellas estructuras que han sido la causa de las derrotas electorales; el voto no perdona y los ciclos políticos son cada vez más cortos.  No nos quede duda de que, si un partido con la experiencia de setenta años de gobierno fue removido por sus electores y, a los doce años, se generaron nuevos cambios, es porque los electores ahora son más conscientes y más exigentes.
 
En fin, esperemos que nuestros partidos y todas nuestras instituciones comiencen a democratizarse antes de que muchos de esos sectores abandonados, excluidos o ignorados, nos obliguen a mejorar muchas de nuestras viciadas prácticas en el ejercicio del poder.
 
Marzo 6 de 2014

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