La desatinada visita de Donald Trump a México
La visita de Donald Trump a México la semana pasada, llenó de indignación a muchos mexicanos, debido a que durante su campaña por la presidencia de los Estados Unidos nos ha insultado hasta el cansancio, acusándonos de ilegales, narcotraficantes y violadores.
Desde el inicio de su campaña ha mantenido la postura de que en cuanto llegue a la presidencia construirá un muro que tendrá que pagar nuestro país, que expulsará a todos los indocumentados y que anulará el tratado de libre comercio que tiene con México.
Frente a esas posturas, el presidente Enrique Peña Nieto le hizo la invitación para que viniera a nuestro país para dialogar sobre esos temas, seguramente, con la intención de ir suavizando el terreno y previendo su posible llegada a la presidencia de ese país. Pero de nada sirvió la buena voluntad del mandatario mexicano, porque lo que hizo el indeseable visitante fue restregar a todos los mexicanos que construirá el muro y que se habrá de revisar el tratado comercial.
Esta visita, por lo visto, le generó más popularidad en los Estados Unidos porque vino a mofarse del presidente y de todos los mexicanos en nuestra propia cara y a refrendar su fobia contra nuestro país.
Es una triste realidad que México no tiene ni la capacidad diplomática ni la fuerza militar que tiene ese país, como para pensar en una confrontación; pero tan necesidad tiene México de mantener unos lazos económicos como la tienen los Estados Unidos. Esa sería razón más que suficiente para aplacar a la fiera que lleva dentro el candidato republicano.
Desafortunadamente, la visita a México lo ha fortalecido y ahora se muestra con más posibilidad de llegar a la presidencia de ese país, con el riesgo de que en un futuro próximo se compliquen más las cosas entre ambos países.
Pero los errores los ha cometido históricamente nuestro país; en primer lugar, por haber negociado un tratado de libre comercio que significó la casi exclusión de las inversiones y los fuerte lazos comerciales que teníamos en el pasado con otros países como España, Francia, Alemania, Inglaterra y Japón. Nos volvimos totalmente dependientes de ese país y nos convertimos en el patio trasero para sus empresas más contaminantes, en el mercado laboral de mayor precariedad en el continente y en la plataforma para sus importaciones y exportaciones mundiales.
Que bueno que Donald Trump esté reclamando la pérdida de empresas y empleos que se vinieron a México; que bueno que se regresen a su país para ver quien trabaja en ellas con los miserables sueldos que pagan aquí. Que bueno que vuelvan a la autarquía, para que se alejen y dejen de saquear a nuestro país y a todo el continente.
Nuestro gobierno no tenía por que asustarse; quienes tendrían que preocuparse son las empresas y los hombres de negocios de ese país, pues si de verdad son expulsados los indocumentados se les acabaría la mano de obra barata y el dumping social en el que incurren sus empresas instaladas en México. Se les acabarían los amplios márgenes de ganancia que les permiten ser competitivos frente a otros países como Europa, Japón y China.
En segundo lugar, fue un error invitar a los dos candidatos, en particular a Trump, porque el gobierno mexicano se involucró en un asunto político externo que pone en riesgo nuestra propia soberanía y la capacidad de negociación con quien llegue a la presidencia de ese país.
Trump demostró que ve a México no como a un aliado sino como a un rival que mostró su debilidad aun sin ser el presidente y que le será más fácil, en caso de llegar, someter a nuestro país a sus caprichos.
De llegar Hilary Clinton a la presidencia, igualmente, no verá al gobierno mexicano como un aliado, sino como un intruso que se opuso a su proyecto y al cual habrá de imponerle sumisión y condiciones.
En fin, esperemos el resultado para no cometer el error de especular y anticiparnos a los hechos y a los peligros que nos puede deparar esta nueva realidad.