Los cambios en el gabinete
Javier Orozco Alvarado
Después de la reciente visita de Donald Trump a México, otro nuevo acontecimiento que ha despertado polémica en nuestro país ha sido la renuncia del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray; uno de los hombres más influyentes y más cercanos al presidente de la República.
En su lugar fue nombrado José Antonio Meade, quien se desempeñaba como Secretario de Desarrollo Social (SEDESOL) y quien había sido también Secretario de Hacienda durante la Administración de Felipe Calderón.
Las especulaciones sobre las razones de su renuncia aseguran que fue removido del cargo como consecuencia del mal desempeño de la economía desde que llegó Peña Nieto a la presidencia; porque fue el responsable de la desatinada visita del candidato republicano Donald Trump o porque es la carta fuerte del presidente de la república, junto con Luis Miranda, el nuevo secretario de SEDESOL, para aspirar a la candidatura del estado de México.
Como puede ser cualquiera de esas razones, pueden ser todas a la vez, puesto que desde antes de la fallida visita de Trump, ya se hablaba de sus posibilidades para ser candidato a la presidencia de la república o a la mencionada gubernatura, independientemente de su bueno o mal desempeño como secretario de Estado.
Sea cual sea la causa, cualquiera de ellas es justificable. En primer lugar, porque desde que inició esta administración el crecimiento del PIB se ha mantenido mediocremente de entre el 1.7 o el 2.4%; el peso se ha depreciado frente al dólar en alrededor de 40%; la deuda pública respecto al PIB pasó del 46 al 48% y se espera que el próximo año llegue al 50 o 52%; los impuestos aumentaron en detrimento del consumo y los gasolinazos siguen imparables para financiar el pago de la deuda externa.
En segundo lugar, es muy posible que, debido al fracaso de la visita del candidato republicano a la Casa Blanca y la deplorable efervescencia política que se desató en contra del presidente de la república; es muy justificable su salida, si es que fue él quien acomodó el escenario perfecto para que el candidato fascista viniera a mostrarse como un hombre de estado, ratificara su intransigente postura ante México y sus simpatizantes y se burlase en la cara de todos los mexicanos, del presidente y de la diplomacia mexicana.
En tercer lugar, tampoco cabe descartar que su salida obedezca a que siga siendo el posible candidato de Peña Nieto para la elección a gobernador en el 2017 o a la presidencia para el 2018, pues en nuestro país el mundo opera al revés; se premia casi siempre a los ineptos y a los traidores.
A pesar de los errores de Videgaray, no descartemos verlo candidateándose en cualquiera de los dos niveles de gobierno y, sobre todo, siendo el ganador en cualesquiera de las contiendas; pues es una triste realidad que en nuestro país no existe ni memoria histórica ni conciencia electoral.
De hecho, tomando en cuenta las magistrales jugadas de los partidos políticos en México, la gente ni se entera quienes son los candidatos y ni les preocupa si el votar por cualquier partido tiene o no consecuencias en los resultados. La gente no entiende que ahora puede votar por el PRD y le estará otorgando su voto al PAN. O que puede votar por el Verde Ecologista, Nueva Alianza y el PT, creyendo que está votando por otro partido, cuando en realidad estarán votando por el PRI.
Así las cosas, los partidos más grandes, como el PRI o el PAN, tienen un voto duro asegurado en sus afiliados, más los que puedan sumar en alianza con la pedacera de los demás partidos. Por eso, no dudemos que la disputa en las próximas elecciones del 2017 o en las del 2018, estará entre los candidatos del PAN o los del PRI; quienes, aunque hayan cometido los peores agravios contra los mexicanos, hayan saqueado al país o hayan cometido los peores errores, seguirán gobernando a este agraviado país.